1.7.14

Violaciones y provocaciones

“Es que las jóvenes de hoy no llevan faldas, llevan cinturones”, le dijo el profesor de Ciencias Naturales a Ruth [nombre ficticio]. Ella tenía 15 años, le apasionaban las ciencias pero acabó cambiándose a letras “por no volver a tenerlo como profesor”. Ruth narra la desagradable experiencia que vivió con su profesor hace algunos años sin querer darle demasiada importancia, aunque la sonrisa que luce habitualmente hace rato que le ha desaparecido. “Hacía comentarios sobre mis pechos continuamente, me hacía sentir mal, vejada en cada clase”, reconoce. “Yo creo que se pensó algo raro, yo era simpática con él, como con el resto de profesorado, pero se le fue la cabeza”. Se cansó de los comentarios sobre su físico y las miradas lascivas y habló con su tutor. El tema llego a dirección y a casa de Ruth. La solución fue que Ruth tuviera que cambiar la dirección de sus estudios, mientras el profesor continuó dando clase.
La historia de Ruth sirve como paradigma del funcionamiento de las agresiones de carácter sexual hacia las mujeres a nivel social. Lo primero que me llamó la atención durante nuestra conversación la justificación de los hechos que ella hizo —“yo era simpática con él”—, lo segundo el comportamiento del entorno, que prefería esperar a ver si el problema iba a menos; el de la dirección del centro, que una vez comunicados los hechos, no hizo más que regañar al profesor. No hubo denuncia, ni castigo hacia el profesor. Sí lo hubo para Ruth, aunque de forma indirecta, pues fue ella quien tuvo que cambiarse a letras para no volver a coincidir con el profesor en clase.
El sistema patriarcal nos concede a los hombres el derecho de creernos superiores a las mujeres y, por si fuera poco, con la libertad de actuar sobre su cuerpo. Silbidos, comentarios sexuales, roces… es raro que alguna mujer no se haya visto en una situación de agresión sexual a lo largo de su vida. En este contexto, y teniendo en cuenta que en España se producen tres violaciones al día, una cada ocho horas[1], el Ministerio del Interior cuenta con un apartado en su página web destinado a la prevención de las agresiones sexuales. Para el Ministerio del Interior la forma de evitar violaciones pasa por consejos como este: “Evite entrar en el ascensor cuando esté ocupado por un extraño, especialmente en edificios de apartamentos. De cualquier modo, sitúese lo más cerca posible del pulsador de alarma.” Una vez más, el foco de la agresión se coloca directamente sobre la víctima, la mujer agredida, o en riesgo de serlo. Otros consejos del vergonzoso decálogo de Interior pasan por no transitar zonas oscuras, descampados, o no poner el nombre completo en el buzón para las solteras. La prevención pasa por el miedo, continuo e indiscriminado, de las mujeres a ser agredidas. Añadiré un dato curioso: aunque los consejos se dirigen únicamente a mujeres, en Interior han decidido situar estos consejos dentro de una sección titulada, en un perfecto masculino: “Servicios al CIUDADANO” [sic].
¿Y la educación?, ¿acaso no pasa la prevención de las agresiones sexuales por una educación no sexista que reconozca a las mujeres la potestad sobre sus cuerpos, y a los hombres les deniegue el derecho a tocarlo sin permiso? ¿No les vamos a decir nada de esto a las niñas y niños? Y cómo pretendemos solucionarlo, ¿haciendo que las mujeres vivan continuamente con pánico? ¿Y del agresor no habla nadie? ¿O estamos queriendo decirles a las mujeres que si desatienden esos consejos deben atenerse a las consecuencias? Si hay algo que puede provocar agresiones es centrar la culpa en la víctima y no señalar al agresor. La forma de vestir, o la actitud de las mujeres no.
Ante tal desastre, aquí mi propuesta para prevenir violaciones:
  • Si tienes polla, recuerda: no la acerques a nadie que no quiera tenerla cerca.
  • Que sea simpática no tiene relación con tu polla: déjala en paz.
  • La falda corta no se la pone por ti, se la pone por ella. Así que déjala en paz.
  • Si estás en un autobús por la noche y hay mujeres, recuerda: déjalas en paz. Si el autobús está vacío, igual es buena idea NO sentarse justo a su lado.
  • Si estás por una zona oscura (callejones, descampados…) y ves pasar a una mujer, sola o acompañada, recuerda: tu polla está muy bien dentro de los calzoncillos. Continúa andando hasta tu destino original.
  • Si ves a una mujer aparcando su coche, recuerda: déjala en paz.
  • Si coincides con una mujer en un ascensor, recuerda: déjala en paz.
  • Si llegas a un edificio y te pones a leer los nombres escritos en los buzones hasta encontrar uno en el que solo aparezca el nombre de una mujer, tienes un problema. Llama a la policía, cuéntales lo reventado que estás de la cabeza. Y recuerda: a la mujer, déjala en paz.
Imagen extraída de la web del Ministerio del Interior





[1] Una violación cada ocho horas. http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/06/22/actualidad/1371929413_934353.html

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